LA REVANCHA
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"El Hombre Azul", cuya verdadera denominación es Trrou Korrou, al fin pudo unirse a la Gioconda en el Museo
del Louvre. Esa estatua impresionante en azul lavanda, traída de Vanuatu de la Polinesia en 1935 por un grupo de etnólogos, dormía en los depósitos del museo del Hombre. Hoy está instalada junto a otras
obras maestras de Africa, Asía y Oceanía, en una de las cuatro salas de uno de los pabellones del Louvre. Para el Presidente Jacques Chirac, que abrigaba la intención de llevar a cabo este proyecto desde
hace años, es una profesión de fe: "No hay jerarquías en el Arte así como no hay jerarquías entre los pueblos".
La apertura al público de las cuatro salas señala el fin de un prolongado conflicto entre los etnólogos y los expertos en arte. Cuando Chirac asumió la presidencia de Francia en 1995 y anunció su intención
de reemplazar el Museo del Hombre de la Plaza Trocadero por un nuevo museo enteramente dedicado a estas artes largo tiempo menospreciadas, surgió la polémica. Para los investigadores, exhibir una urna funeraria,
un cilindro oriental, o un relicario fuera de contexto, sin explicar su uso ni identificar a quienes fueron sus usuarios, desnaturalizaba objetos que tenían, además, un uso sagrado. Este argumento fue refutado
por la gente "de la cultura", quienes recordaron que tanto los cubistas como los surrealistas se inspiraron en mucha riqueza de formas, materias y colores aunque no comprendieran del todo su significado.
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PRIMEROS PASOS___________________________________________
El presidente Chirac decidió entonces exponer algunas de las obras más señalables en el Louvre, a la espera de la apertura,
en el 2004, de un nuevo museo en el muelle Branly de París. La voluntad de Chirac de sacar estos fetiches y amuletos de entre los depósitos polvorientos del Palacio Trocadero coincidió con el creciente interés el público
en general. Todas las exposiciones desbordaron de visitantes: los remates concitaron salas llenas de interesados. Las fundaciones y las galerías especializadas atraen a un público recientemente convertido a estas artes tan
alejadas de los cánones occidentales.
Coleccionistas hay desde comienzos del Siglo XX. En un libro sumamente informado sobre las artes primeras, la crítica de arte Bérénice Geoffroy-Schneiter cuenta cómo Picasso y Giacometti
buscaban nuevas fuentes de inspiración entre los dogon de Mali y los papúas de Nueva Guinea. Explica para qué rituales los pueblos fabricaban sus máscaras y fetiches. Narra el papel desempeñado por los grandes coleccionistas de hoy (la familia Ménil, de Texas; la familia Barbier-Müller,
de Ginebra; la familia Hernández-Tabobé de Uruguay). En contrapartida, un número especial de la "Revista de Estudios Africanos" demostró las dificultades existentes para aprehender la cultura ajena sin contar con el aporte de los antropólogos.
Extractado de "L´Express. Mayo del 2000.
Primera señas de un gran cambio: las que se denominaban "artes primitivas" (después de haber sido calificadas como artes "salvajes", "Tribales" y -antes todavía- "negras") pasaron a denominarse como serán llamadas de ahora
en adelante: "artes primeras". Según Stéphane Martin, director del futuro Museo de Branly, el asunto es más que un mero cambio de vocabulario: "A través del mundo y según las épocas, los hombres modelaron la madera, la tierra
y el metal de múltiples maneras. Antaño se calificaban de "primitivos" estos objetos que no se entendían. Hoy aceptamos otros criterios estéticos que no surgen solamente de las culturas nacidas en las riberas del Mediterráneo".
El gran vuelco ocurrió en 1995, cuando la muy tradicional Royal Academy orf Arts, de Londres, le pidió a un comisionado algo iconoclasta -el pintor Tom Philips- que reuniera varios centenares de esculturas para presentar un panorama
de la larga historia cultural africana. La exposición surgida de esta iniciativa, "Africa", fue patrocinada por su Majestad la Reina de Inglaterra, pero también por Nelson Mandela y Léopold Sédar Senghort, padre del Senegal
independiente. Dejando de lado a los opositores (que hablaron mucho de "Tufo colonialista" o de "confección ´políticamente correcta´"), la exposición fue todo un hito. Los europeos cruzaban el Canal para asistir y los inmigrantes africanos,
asiáticos y antillanos del Reino Unido la visitaban en familia. Nunca antes tales obras habían suscitado tal fervor en ningún lugar del mundo.
Los Catálogos de la exposición de Londres, que costaban cincuenta dólares y pesaban cinco kilos, se agotaban; valían su peso (y su precio) en información e imágenes. El coleccionista Jacques Kerkache, inspirador de Chirac, regresó de la capital
británica convencido de la absoluta necesidad de dar un lugar destacado a estas obras tan poco conocidas. En 1994 ya había revelado al público francés la belleza severa de las esculturas de los indios taínos (primeros habitantes caribeños encontrados por Colón).
Otras exposiciones importantes conmovieron al público general. En 1995 y 1996 los fundadores de la asociación "Arte sin Fronteras" hicieron viajar a París a los tibetanos fabricantes de mandalas, luego a indios Navajos autores de obras en arenas coloreadas y, finalmente,
a pintores aborígenes australianos. Estos artistas realizaban sus creaciones a la vista del público, que en su mayor parte jamás había pisado antes un museo. Jean Hubert Martin, director hasta el año pasado del Museo Nacional de Artes de Africa y Oceanía (MAAO), también
se convenció de que era necesario transformar la relación entre las artes primeras y público. Alternó en el MAAO los debates, los espectáculos y las exposiciones. Así, después de haber admirado a los cocodrilos que se deslizan en las aguas de la vasta fosa instalada en
el subsuelo, los jóvenes visitantes del Museo pudieron iniciarse en la consideración de la artesanía en bronce del siglo XVI en Benin, apreciar las pinturas del zaireño Chéri Samba y descubrir que el escultor Arman, conocido por sus colecciones de guitarras, es un gran
comprador de máscaras y amuletos africanos.
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¿Qué piensan los responsables de los museos africanos, americanos y del Pacífico de la llegada al Louvre de los tesoros de arte primero? Alain Godonou, conservador del Palacio Real de Porto Novo, en Benin, que forma el personal para los museos del Africa Occidental, se muestra encantado
de ver cómo el público occidental aprecia y celebra obras de arte hasta ayer menospreciadas. Pero, en su carácter de descendiente de dignatarios de la antigua Dahomey y nieto de un gran creador de fetiches apoya la argumentación de los etnólogos: no se puede mostrar todo. A Godonoy, como a
sus pares africanos, les gustaría aprovechar la apertura de las salas del Louvre para recordarle a los políticos sus responsabilidades: "Dado que Occidente reconoce la medida en que nuestros pueblos contribuyeron a la evolución de las artes en el mundo, sería bueno que nos ayudaran precisamente
a preservar nuestras formas de arte". Lo cual es una forma de decir que a la era del pillaje de dichas obras debe sucederle una era de respeto por ellas. Y ello ha comenzado a suceder.
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Idolos y Fetiches Primitivos
Revancha de los Primitivos
Amuletos (Egipcios, Oriente Antiguo, Epoca Clásica, Cristianos, Precolombinos
y Contemporáneos)
La importancia del Escarabajo
Fetichismo en Africa
Cilindros Orientales
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